Una historia no debe
comenzar con una pregunta, como por ejemplo preguntarse cómo comienza la
historia cuando el punto de inicio se pierde en las variables del recuerdo, y
al igual que los sueños se ubica en un punto sin saber a ciencia cierta cómo se
ha llegado allí. Así de pronto a partir de una idea se comenzaron a edificar
otras ideas y luego sucesivamente imágenes, susurros, arrullar entre
laberintos, escombros de telas y tejidos que se entrampan en el ramaje subacuático
de las lindes del bosque. Un tejido es una estructura fósil en la cual se
solidifican todos los sonidos emitidos en el proceso de su confección, ser un
tejido de silencio es dar una forma molecular a la lana muy distinta a ser un
tejido acompañado de un relato o de una composición musical determinada, no es
lo mismo vestir de silencio que vestir de música o vestir de narración.
En esas cavilaciones me
encontraba al amanecer mientras el sol comenzaba a evaporar el rocío del jardín,
y allí recostado entre el pasto a media altura podía ver el vapor nublar mi
vista, el cielo se fue atenuado por este vapor de rocío cuando de pronto una música
me sustrajo en su tamborileo declamar y sin previo aviso se produjo la explosión
de mis demás sentidos. El primero en activarse fue el olfato, el cual se fue penetrando
de sensaciones ácidas y asfixiantes, hasta que de pronto mi vista comenzó a
sentir un picor extraño e inexplicable, no sé de qué forma mi vista y olfato se
abrumaron de sensaciones.
El aire, fuera de su humedad,
se encontraba en absoluta pureza, sin embargo mis compuertas de la percepción decían
lo contrario al punto de que mi entorno se comenzó a enrarecer, luego de que el
vapor se volviera cada vez más denso hasta parecer una humareda que impidiera
ver en cualquier dirección, se agudizo la sensación agobiante al paroxismo, en
el cual mi audición también se vio afectada, ya no era una armónica tonada lo
que ingresaba por los laberintos de mi oído interno, ahora eran proclamas y
estallidos constantes.
Un viento vino a despejar la
densa humareda y los edificios se dejaron ver, junto con el pavimento y la
multitud de gente, una inevitable turbación me llenó los sentidos, comencé a
correr sin una dirección clara, queriendo abrir el aire hasta entrar a esa idea
primigenia que pudiese desbaratar todo este espacio en ciernes, pero la
historia ya se ha vuelto una rama torcida desde hace tiempo y quebrar el
espacio-tiempo del devenir sostiene una resistencia de acero, más no dejo de
irrigar ácido a mis articulaciones para vencer la velocidad que permita rasgar
el aire como una cuchillada de luz sobre la cual emprender vuelo al filo de la
materialidad, más allá de los cuerpos que nos encierran, más allá de las
proclamas que nos encapsulan, en el encuentro mágico donde el sí mismo no posea
culpa del sí mismo, y nadie más transite su vida como una herida de no darse la
libertad de ser.