Buenos días, o buenas tardes, o buenas noches

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lunes, 17 de diciembre de 2018

Aquellos que no te ven te hacen desaparecer




Desde niña te enseñaron a guardar las lágrimas
estar curtida ante el mundo
para el cual te has convertido en otra estadística
una desviación porcentual cuyo cálculo es despreciable.

Guardas esas lágrimas para el devenir
mientras cada día lunes
sales a pedir algo de alimento
y te distraes con furtivas escenas de juegos
para los cuales no hay tiempo
y no has sido convidada.

Rehúyes hablar de esas cosas
usas las palabras para esconder tu rostro
hasta desdibujarlo
y el niño que guardas en tu interior
te sonríe como un cadáver
perdido en un nombre que oculta tu nombre.

Como un ejercicio cartográfico
identificas la geometría de las calles
y los vicios que repletan la vida
mas tu habitas en la periferia
en los extramuros donde ronda la muerte
y la ciudad desaparece.




lunes, 13 de agosto de 2018

[el mundo se alejó con sus ruidos y fuegos]




El mundo se alejó con sus ruidos y fuegos.
En la periferia un sol azul nos cobijó
de rodillas bajo los puentes
vimos la lluvia barrer el barro
de los cuerpos ocultos entre matorrales.
Sonido de botas, golpes sobre la carne.

El sonido de las bocinas nos precipitó
más debajo de nosotros mismos
allí en el lenguaje de la penumbra
aprendimos los silencios del tiempo.

Expectantes escuchamos el amanecer
confiados salimos a los días de fiestas
por calles atestadas
creímos en la vana esperanza
de una luz que vino a quemarnos
como el aguardiente
regresando su vuelo desde las entrañas

Quedamos solos en el páramo de la historia
vagando en el borde, cayendo de rodillas
ante la luz escatológica de la ciudad
recluidos en habitaciones subterráneas
donde el mundo se aleja
y ya no nos perturba su velocidad
su estupidez ni su vana desesperación.





viernes, 22 de junio de 2018

[metódicamente sigo los movimientos proscritos]





Metódicamente sigo los movimientos proscritos
viviendo la vida de los otros,
esa proyección de sus temores y dudas.
A veces sueño
los sueños que me dicta
mi adorado verdugo
emerge entre las vísceras de un buey
victorioso e incólume
como un general triunfante
entre el desmembramiento de sus tropas.
Ante su acecho intento llevar mis capacidades más allá de su limite
hasta que el cuerpo y la mente se disocian
y se flecta al punto de quebrarse
como la noche herida por el rayo.

Los puertos en que he vivido
se superponen como una misma calle
donde he podido ser todas las personas
menos quien soy.
Las calles que conozco
de ese país de la infancia
me resultan insoportables.
Los semáforos que siempre me detienen
y las personas que muy compuestas se siguen unas a otras
ordenadas hasta la nausea
llenan la ciudad.

El arcángel de la niñez
ya no canta entre los oscuros rincones del cuarto
ni enuncia porvenires entre los sueños.
El polvillo recorre las habitaciones vacías
pobladas por espejos opacos
llenos de los rostros de este mundo,
lentos paisajes se pierden por las ventanas.
En el jardín abandonado
los rostros tallados han perdido su forma
y los senderos se han cerrado sobre sí mismos
ocultando la secreta casa de los juegos.

Entre ruedas que ya no giran
y muñecas a medio enterrar
un ciervo blanco muerde los pulmones
de los últimos cadáveres olvidados.