Buenos días, o buenas tardes, o buenas noches

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sábado, 7 de marzo de 2020

A orillas de este río





He visto los días desaparecerse
en la luz mortecina de un azul antiguo
la gente bailar frenética
al ritmo de la celebración constante
pues la vida es una fiesta fluorescente
feroz hasta la médula de la tierra
y velozmente se dirige hacia el muro.

Músicos deambulan por las esquinas del tumulto
y pierden su sombra en la periferia.
La ciudad era una fiesta
espectáculo multicolor como esa cuequita publicitaria,
en un ritual nos retiramos más lejos del borde
a tejer el silencio sobre nuestras huellas
y contar lentamente las cuentas de agua que se quiebran en nuestros dedos
tu fingiste el miedo para sentirte medio viva
al fondo se escuchó un murmullo
a lo lejos el mundo como musiquilla ajena.

Este río no nos pertenece más
los adoquines desperdigados dibujan nuestro tormento.
Este nombre es sagrado y oculto.
El grito furioso es sagrado.
Nuestro y sólo nuestro
fuego transparente que llena las venas.
He visto los días caer como precipicios
inútiles amontonar en la cloaca de este país
odiarlo como a un cadáver que en paz descansa sin haber pagado su derecho a ser cadáver.
Lejos del mundo
sentados a la sombre de este árbol que no nos pertenece
vemos pasar las constelaciones de sonidos
de un mañana del ayer
tomaste mi mano con furia hasta hacerla sangrar
una gota sobre esta lluvia que no nos pertenece
ríos púrpura por la avenida
y la ciudad en llamas sobre el claro horizonte del ayer.

He escuchado en el subsuelo
una triste musiquilla
que se va perdiendo por ahí por ahí.
Tú soltaste el último respiro
antes que caiga la cortina programática
de un país lejano sin nombre
de una calle pérdida
de una casa de ayer
olvidada hace tiempo.

En la frenética velocidad de los días
El mundo suena a lo lejos, como una oxidada rueda
yo no sé si hay algo más que precipicio en ese canto de luz
una a una las gentes salen a llenar lo que siempre fue suyo
mañana va a llover
y hoy se hace tarde

He visto las trampas del devenir
lentamente avanzar con su podredumbre.
Los huesos como astillas arrancar la carne.
El mundo suena a lo lejos
a orillas de un río que no nos pertenece.
Y quebraron sus rodillas en el pavimento caliente.
Y pasaron por encima.
Y solté las aves de mi cerebro
ese vuelo azul revoloteando en los cabellos.
Una voz se desangra en las lindes de la ciudad.
Avisele por carta que ha nacido
y esta mañana ha de quedarse

El mundo suena a lo lejos.
Y tú levantaste la mirada
a orillas de este río que no nos pertenece.
El nombre aquél
jamás habremos de olvidar.