En
el movimiento del aire una mosca se materializa en la habitación
juega
a esquivar los rayos de luz que se proyectan sobre la pared
a
los pies de la cama hacen su propio teatro
la
mosca se atraviesa a momentos para dejar su proyección sobre mi cuerpo
he
pensado como cada mañana agarrar mis manos un poco más al sueño
pero
las horas son demasiado anchas y el pensamiento no da tregua
también
quiero, como tantos otros, tener algún rostro diferente
quizás
el de algún animal, algo parecido a un conejo o un caballo
que
me impida reconocerme cada mañana
también
he querido tener alguna herida, una cicatriz sobre la piel
que
me denuncie mis viejos días
pero
no, mi piel ha sido borrada por el tiempo
el
temblor de mis mandíbulas luego de recibir el golpe más pesado
mi
boca ya ha dejado de castañear
y
ya no me persigno como en un ritual festivo
ni
entrego ese rostro conmovedor que apacigua los susurros
ante
la íntima hoja de metal abriendo la carne.
Rezar
me parece absurdo
más
cautivante es la mosca y su luz
esa
combinación de vaivén que tienen los días
esa
circularidad con que el exterior se proyecta en mi pared
reconozco
mi rostro como todas las mañanas
y
el sabor a sal en la comisura de los labios.
Quisiera
al menos tener una cicatriz
algo
que exhale este pensamiento.
Los
arboles dejan caer lentas gotas de lluvia
las
nubes me parecen más lejanas
algo
en ellas las aparta de mi vista llevándose el cielo consigo.