Despertar
esta mañana en la forma que se extravía el camino a casa
una
tarde tórrida de invierno
quedar
con la ropa empapada hasta las rodillas
y
llegar al fin después del extravío de la historia
a
una gastada puerta de madera
donde
la llave no gire al revés.
Sentir
el aroma del pan recién salido
mientras
la mantequilla se deshace
andar
por allí con una actitud felina
sospechando
de los disfraces y sus fiestas.
Es
cierto, nunca aprendí a quemar bien los recuerdos
ni
a cruzar descalzo el decorado de baldosa a la entrada de las iglesias.
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