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lunes, 14 de marzo de 2016

Variaciones para un paisaje



I

Las bestias se reunían en circulo en torno de el fuego extinto y la sangre reseca sobre el polvo, llevaban al testigo con los ojos vendados, en el mejor de los casos, cuando se sentían imaginativos les arrancaban los ojos y las cavidades las llenaban de carbones prendidos, esta ceremonia, o mejor llamada juego, se repetía sin falta y con total exactitud todas las mañanas de los días lunes, habría que destacar que el termino lunes y mañanas y todas han sido colocadas por los que han relatado esta historia pues para quienes realizaban y sufrían el ritual cada vez era única y final, pues su memoria no se extendía mas allá de una semana, es así como todo ritual que para nosotros es repetido para los sujetos en si era un comienzo de la existencia, una inmaculada inocencia los impregnaba cuando con sus dientes arrancaban la carne de los huesos de la víctima.


II

En la misma escena, un poco detrás de la arboleda como detrás de una vitrina, las personas se encontraban sentadas espaldas con espaldas, unas gotas de sudor perlaban sus frentes y de cuando en cuando con sus lenguas retiraban las gotas que se posaban en las comisuras de sus labios, esta acción no poseía antigüedad ni era reciente, estaba enfrascada más allá de la medida del tiempo, sobre los árboles que se ubican más próximos a mu capo visual, se ubicaban pequeñas aves transparentes que por breves instantes capturaban un color verde turquesa producto de la luz que rebotaba desde las hojas de los árboles, no había sonido alguno, sin embargo yo podía ver un sonido entre los árboles en un ángulo de 33 grados respecto de la línea que unía las bocas de las personas.


III

Su mirada adquirió de pronto una nueva profundidad, nueva en este caso para él pero preexistente desde hace mucho, en la que el movimiento permitía expandir el contorno de los colores. Un ave que cortaba el aire era seguida exactamente en sus movimientos por un pez que cortaba el agua, esto era multiplicado a su vez por el reflejo mutuo que hacían ambas trayectorias en su terreno contrario, dejando una ondulación cromática entre ellos, espacio que proyectado hacia la retina ampliaba a su vez la profundidad hasta un límite casi insoportable. Esa concavidad taladraba el cerebro de manera transparente en un instante sin medida de tiempo hasta el punto de generar una combustión instantánea de ambos globos oculares. No ha quedado registro alguno de este suceso, solo la evocación por medio de la oralidad y las consecuentes desviaciones que dicha historia ha sufrido en el devenir.



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