La historia cuenta que Carlos se levantó un día
en que el cielo tenía nubes y el mar olas, y dejo su casa despojándose de todas
las cosas que portaba, hasta dejar atrás incluso su sombra, caminó descalzo por
todo tipo de calles y se bañó desnudo dejando que las mareas jugaran con su
cuerpo, como una brisa que mece la cuna, se dejó conducir a cualquier orilla que
se volviese su morada.
Cuenta la historia que entre las fechas que
glotonamente devoran el tiempo florecen primaveras en meses de lluvia y se
marchitan árboles en días de sol. Pero
esas cosas nadie las registra, las suelen denominar anomalías. Cuentan que la
vida está hecha de eso, de un interminable conjunto de anomalías que sufren
todas las fobias posibles, cuentan que el mundo es una norma que nunca sucede
naturalmente, que todo lo natural es anómalo y que estas pavadas pasan
desapercibidas porque hay que vivir una vida que avanza a toda prisa y no
tiene tiempo para preocuparse de vivir la vida.
La
lluvia tiene un nombre
que
escucho a lo lejos
En
el tejado han hecho su nido
unos
pájaros que jamás volaran
hace
tiempo que no los oigo
pero
sé que allí están, detrás de todo este ruido.
Alguien
espera algo desde su ventana
un
paisaje que desconoce
como
esta música que no entiendo
y
me conmueve hasta el limite
como
en la infancia donde todo es.
Llegaremos
un día a ese parque
donde
el tiempo no se agolpa
y
como una vieja patria
volveremos
a tener ese nombre.
Hay
un auto de madera pudriéndose en el patio trasero
y
un perro que han olvidado alimentar
merodeando
ciego los páramos de las casas
ladrando
a-penas a esos nidos
de
pájaros que jamás habrán de volar.