La
casa que habito
con
su olor a cloro y detergente
palmo
a palmo se va contaminando
de
mi universo
objeto
a objeto
se
va impregnando de signos
que
no comprendo
mas
intuyo.
Un
animalillo de mirada temerosa
se
pasea entre los bosques de libros
le
persigue una pantera
que
cree que el universo acaba
en
la ventana del living,
lo
demás son solo luces
artificios
del demiurgo.
Lo
real
es
la penumbra.
El
silencio se teje a los objetos
y
como detalles de encaje
se
cuela algún sonido.
La
urdimbre flota cerca del cielo
raso
y
deja caer pequeñas motas de algodón
sobre
el pasto seco de la alfombra,
hormigas
extraviadas en islas de ropa
hacen un doble espejo de ellas mismas.
Me
tomo un tiempo con esa araña
la
dejo arrastrarse unos minutos
antes
de aplastarla.
Una
fauna nueva se levanta
sobre
la institución de cemento
mi
cuerpo se deja arrastrar por las horas
en
el asalto de la noche
donde
florecen los signos primitivos.
Ah!
El amor de los muertos
depositado
quizás en cosas equivocadas
pero
arraigado a la carne al fin.
No
hay recuerdo que guarde la persona que fui
ni
objetos olvidados en la vieja ciudad de la infancia.
Con
gran desconfianza mido las olas bajo la lluvia.
En
las postrimerías del camino
una
luz azul se cuela entre el follaje
fría
como la hoja de un cuchillo
la
palabra que nos atraviesa la respiración
nos
recuerda el instante atroz
y
lleno de ternura donde caemos.
Un
rumor de sangre viene del mañana.
Deseo
de ese fuego
que
haga cenizas la ciudad interior
mas
el lento galope de los días
avanza
en la otra dirección.
Sabremos
sabernos lejos
cavilando
entre árboles secos
ese
amor equivocado
que
nos agujereo la carne.