Ahora
que los trabajos ya están concretados
tus
manos tienen esas fisuras sutiles de la repetición
y
tu rostro pequeñas magulladuras que distorsionan los gestos
de
qué forma esperas contar aquello que crees ha de ser contado.
Tenías
entre tus palabras las claves rodeadas de silencio
pero
equivocaste el lugar en el momento en que no lo habías de equivocar
tus
voces también sufrieron su gradación
un
sonido descendente entre las piedrecillas
casi
imperceptible como la vida que se te escapa.
Luego
de haber concretado tus predilectas tareas
y
poseer las llaves correctas para abrirte paso
entre
el espanto eminente de los días
has
perdido el color oculto tras el color
y
ya no sales a hurgar entre desconocidos
ni
escudriñas con la mirada la materia detrás de las formas
te
quedas en el páramo de la superficie
y
las viejas canciones que te conmovían te parecen vacías en su repetición.
Cuentas
las cosas que se tienen que contar
con
una medida de tiempo ajena
lo
que tanto has esperado sigue a punto de llegar,
se
respira en el ambiente como siempre,
y
anda aconteciendo en algún lugar
del
cual no tienes conocimiento ni te llega noticia.
La
promesa de las cosas persiste aun su vana promesa.