Había
que arar la tierra
Para
que el fruto caiga nuevamente
Y
el mundo condujera su máquina por el carril que le es propio
Pero
ay, como es esta obstinación de recoger accidentes
Objetos
desperdigados por el espacio sin tiempo
Andar
todo el día cavilando una idea
Dando
una imagen solida a un fantasma
Es
que de eso hablamos siempre, de subsuelos
Por
encima perros rabiosos guardan su trozo de realidad orinada
Y
hay que saber medir la propia huella
Antes
de pararse muerto de miedo frente a un espejo
De
eso hablamos siempre
De
ese juego macabro al que de niños nos vimos arrastrados
Y
no se nos dijo del cómo ni el cuándo
Sólo
nuestro cuerpo fue mutilado y vestido
Administrado
con violenta burocracia
Dado
de alimento a los grandes señores
Cuya
elegancia superior se regocija
De
embetunarse en la putrefacción de los cuerpos.