Tela
desgajada al viento.
Hilos
enredados en clavos mal puestos.
Bermejos
dedos sobre la madera.
Gajos
de vegetación muerta.
Carnicerías
abandonadas.
Cadáveres
de aves enjauladas.
Gotas
de agua amarillenta deslizándose por las mascara.
Rejas
y más rejas.
Cuartos
que debieron haber desangrado hace tiempo.
Hojas
de té desparramadas sobre las mesas.
Calles
empedradas cuesta abajo que dan a escaleras que dan cuesta abajo más honda y
oscura que el lecho del mar.
Canciones
de aquello que no retorna.
Cuerpos
insomnes intentando regresar.
Pequeños
talismanes colgados de la ventana que no impidieron los golpes de hacha.
Incipientes
arboledas extendiendo la noche del siglo.
Humaredas
a la vuelta de cada calle.
Árboles
que nacen muertos a orillas de fosas comunes.
Cadáveres
que el mar devuelve a la tierra.
Esfinges
y más esfinges llenando los desiertos.
Lágrimas
de devoción ante el horror.
Personas
que huyen de ellas mismas mientras se buscan a ellas mismas.
Promesas
de promesas anunciadas con pomposidad.
Estrechos
trajes en los que las personas intentan entrar.
Niños
a punto de entrar en este espacio
tristes
niños en el momento justo que dejan de ser niños
nacer
así, marcados por el signo de algo que no existe.