Un
huevo agrietado
deja
gotear cuerpos fractales
como
un líquido metálico
que
se transmuta en su caída
va
perdiendo su centro.
Olas
azules
forman
una geometría vidriosa
que
codifica el oleaje.
El
frío se vuelve filoso
como
una palabra fantasma
que
desde muy atrás
viene
a cercenar la carne.
El
aire también tiene una grieta
entre
cada respiro
que
inflama las brasas
y
opaca la transparencia.
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