El viento multicolor que desborda
la mente mientras las pastillas hierven en el estomago e impulsan su fragancia
a través de la sangre en una ola que avanza con celeridad el tiempo.
Los orificios de los brazos por
donde penetran como un miasma, como un vapor de hollín, las quemaduras de
cigarro.
El ardor sobre la piel, los
surcos fundados por la cuchilla hace un instante, que todavía mana pequeñas
partículas de sangre.
El golpe de aire sobre los
cuerpos que en una suspensión mental caen desde los rascacielos.
Los espasmos de las bocas que se
inundan de agua y se mantienen en un limbo que busca resolverse hacia el fondo
del mar.
Piedra de agua, geometría
visceral que fragmenta el viento en abanico cromático, la perpetración de las
casas, ventanas astilladas se abren como muelles y dejan naufragar la
imaginación, una voz duerme tras el humo que consume las iglesias, la piedra de
agua levita desde la columna, se posa tras los ojos, es la inundación
cromática, el sonido de un ave que con su ala roza el silencio del océano.
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