Buenos días, o buenas tardes, o buenas noches

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jueves, 6 de octubre de 2016

La hora del té.



Se sienta cada tarde al momento del atardecer a beber una taza de té cual acto ritual, se dice que un ritual es una repetición, pero eso deja fuera la variante que implica su acción reiterada, la cual con cada nueva oportunidad afecta los elementos que se van compenetrando entre ellos y su dialogo se vuelve cada vez más parte de sus cuerpos

Su vestimenta es siempre la misma, una bata de color azul, nada más que una bata color azul, la cual con el tiempo guardaba las lentas imperfecciones del deterioro que le dan mayor profundidad. Cada taza de té tenía una leve diferencia de las otras, ya sea en la cantidad de hierba, en la temperatura del agua, en el tiempo de reposo, en la humedad del ambiente, en la suavidad de sus dedos con que manipula las hojas de té, en el aroma de su respiración cuando bebe o en la cantidad de amarillo de los árboles del jardín.

El acto es de un deleite absoluto, el cual esta aumentado por la espera de 24 horas que exigía. Desde el frente un par de ojos mudos le observan con atención cada día, mientras simulan leer un viejo libro para guardar la apariencia, dos balcones reproducidos como espejos, el actuante y quien contempla, jamás era posible dilucidar quien estaba allí al servicio de quien. Una obediencia absoluta les hacía permanecer hasta que ambas acabaran su actividad, el tiempo de contemplación es su dialogo, un puente inquebrantable de silencio.

Al principio los tiempos no coincidían, pero con el paso de los años el arribo a la escena era de una precisión de reloj, la actividad estaba totalmente establecida, primero entraba Anastasia con su libro y esperaba de pie, al aparecer con su bata azul, la bandeja y tomar asiento, Anastasia procedía a sentarse y cubrir su rostro con el libro, quedaba allí quieta, la acción completa era de parte de quien bebía, no había bocado ni brebaje disponible en el balcón del frente. Las miradas jamás se cruzaban, pues para la bebedora solo existía su taza de té, mas para Anastasia solo existía la bebedora, la libertad de ambas era absoluta, nadie tenía que regirse por norma alguna ni estar en lugar alguno más que en dicho ritual, hay religiones que nos arrojan sombras y sortilegios, mas acá lo sacro esta al nivel más puro, ajena a toda institución solo existen dos cuerpos concurriendo a su libertad.  



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