El primer acto de
la realidad
es una ráfaga
intensa de luz
un acto de
ceguera
en que todos los
objetos significan nada
y cualquier
objeto
puede ser la
vastedad
como ese reflejo
de día
que proviene de
los vehículos detenidos en la calle
recién encerados
una tarde de domingo.
Se siente en el
aire
el aroma de los
asados familiares
que congregan una
extraña empatía
incluso de los
perros del barrio
que disfrutan
gustosos la calidez del sol
después de las
amplias meriendas
otorgadas por los
restos de comida.
Hasta los
vagabundos
se conciertan en
dichos espacios
para obtener
remesas
de aquellos
señores
que buscan hacer
gala de su caridad
ante las visitas
familiares.
Uno de ellos se
detiene
escudriña con la
mirada el fuego
pero no en el
sino más dentro de su cuerpo
buscando un agua
de signos imposibles.
Las aves se
aglomeran
dentro de los
pocos arboles
que aun no se han
deshojado
y allí se
confunden
como parte de las
hojas
ocultándose de
los pequeños niños
:cazadores sempiternos
armados de sus
artesanales ondas.
Otros niños
irrumpen las calles
transformándolas
en improvisadas canchas de football
que ningún
vehículo irrumpe
pues los adultos
beben diversas botellas de vino
mientras discuten
arduamente
de las difíciles
oportunidades laborales
que acechan a las
grandes ciudades
siempre acaban
reflexionando
sobre la fortuna
de su pequeño pueblo
y lo lejos que se
encuentran
de las guerras el
stress la vertiginosa velocidad
con que viven
algunos de sus hijos
que cursan
distintas carreras universitarias.
En esa letanía incomprensible
ellos se dejan
llevar por las horas
hasta que el sol
comienza a aplastarse en el horizonte
entonces a paso
lento,
como un río que
casi se estanca,
se pasean por las
avenidas
se saludan con
afectuosos apretones de mano
y cordiales
palabras
mientras se
interrogan sobre la salud.
Al atardecer
deambulan en torno al muelle de madera,
que ingresa 20
metros en el oleaje,
contemplan los
botes mecerse
y las aves bailar
los colores del ocaso.
Atrás un camino
de tierra
conduce a la
vieja iglesia de madera
con sus torres
levemente inclinadas
cuyas campanadas
llenan el silencio
y como una
peregrinación
todos retornan a
sus casas.
La ciudad queda
vacía
las luces se
encienden en los livings
donde las
familias comparten
algún grato disco
de vinilo
y charlan
largamente de sus deudos
de todo cuanto le
enseñaron
evocando el
recuerdo de un recuerdo
que ya casi no
les pertenece.
A la lumbre de la
luna
un silencio
ausente
puebla las
moradas.
La lluvia se
adueña de la ciudad
golpeando el
polvo del suelo.
Desde la cerrada
noche un perro ladra
no se le oye como
un perro.
Una gotera en la
esquina del tejado
marca el ritmo de
las pisadas
y Pedro emerge de
entre la lluvia
regresando a su
Comala
como un fantasma
entre los vivos
tratando de
encontrar alguna explicación
a este pueblo que
no comprende.
* * *
soy
la isla que avanza sostenida por la muerte
o
una ciudad ferozmente cercada por la vida
o
tal vez no soy nada
sólo
el insomnio y la brillante indiferencia de los astros
Blanca
Varela
* * *
Sé que mañana con
la misma vestimenta
tomaré el metro
al trabajo
veré los mismos
rostros ausentes de cada día
subirse y bajarse
en las mismas estaciones
en algún instante
pensaré:
cuan seguido
olvido andar despacio
y añoraré aquel
pueblo
sin saber la
veracidad de su existencia.
Y así, conducirme
por las líneas trazadas
entrar en mi
minúsculo departamento del piso 21
calentar mi
comida para llevar
en algún envase
de cartón
con letras chinas,
meditar sobre el
silencio
de la
soledad de mi habitación
sobre el sin
sentido de esta rutina
de ir e ir en
círculos
en vertiginosa
velocidad.
-La repetición,
otra vez la repetición-
Bajo la luz del
televisor ver algunas fotografías
de un pasado que
no recuerdo
de recuerdos que
no me pertenecen
y decir para mis
adentros
cuan vacía es
esta llenadez
de objetos y
actividades.
Con todo hundirse
en el sueño del sueño,
como el cuerpo
que se deshace
atravesado por la
multitud de transeúntes en marcha,
pensando también
que alguien más
se desvanece en
este instante
siento un breve y
reconfortante halito de compañía
mientras el aire
me quita la respiración
y veo
eminentemente cerca la acera.