Un ejercicio sobre la
transparencia
1
Me
siento en los roqueríos
a
frotar las yemas de los dedos
hasta
dejar pequeñas huellas de sangre.
Tú
me observas rodar sobre mi mismo
y
asfixiarme con palabras como quizás.
Se
Demiurgo que lo disfrutas
tal
como disfrutas ver los planetas girar
y
te divierte arrancar a tirones la hierba
justo
cuando comienza a disfrutar la luz del sol.
Demiurgo:
te materializas en mares y ríos
para
erosionar metódicamente mi cuerpo.
Tú
transparencia
es
tu más grande abismo.
2
El
misterio de abrir
y
traspasar cada puerta
o
girar a tal o cual lado
dentro
del laberinto
se
encuentra en lo que sigue sucediendo
en
la habitación recién abandonada.
3
El
peligro del silencio absoluto,
de
la reunión de todos los silencios,
es
que el tiempo se estira
y
todo se vuelve hacia un estar
por
ello escribes sobre esta hoja
y
luego borras lo escrito
para
escribirla una y otra vez.
4
La
repetición que me asignas
es
el espejismo de la palabra posible,
la
flor que surge cada primavera
en
el mismo jardín
conoce
de su imposibilidad
mas
no deja de soñar volverse mariposa.
5
De
forma imprevista
accidento
el orden interno de las cosas,
nuevas
siluetas aparecen en la memoria
y
sin ninguna intención
algo
deja de ser algo comienza a ser.
Me
gusta tentarte
pues
se cuanto odias el azar
y
cuan preso estas de la rigurosidad.
Entonces
te vuelves hacia mi
y
me quitas un trozo de pasado
lo
engulles con doloroso placer.
Pues,
sabes Demiurgo
que
mientras me fragmentas
me
acercas un poco más hacia el fin
pero
a la vez me reconstruyes
en
el vasto océano oscuro
que
es tu cuerpo.
Y
aun que cambiamos
ambos
estamos presos el uno del otro
y
yo, siempre estoy,
a
punto de liberarme.
Entre la espesura de un
campo de maíz
El
vapor que se eleva de mi café
se
funde al instante con el aire.
Más
es la duración de la nieve sobre la nieve
antes
de absorberse en la vastedad del blanco sublime.
No
así, el agua sobre el agua
la
cual asume la desintegración de la palabra
agua.
Caminar sobre las propias huellas en la arena
es
aplastarse a si mismo
en
un rastro de signos desgastados.
El
cuerpo adquiere forma
en
el río que contorna las pisadas,
es
una comunión de elementos
demás
cosas ocurren por consenso
-lo
transitorio, lo fragmentario-
La
herida que desborda al cuerpo humano
alguna
tarde de otoño
en
la que intento conmoverme con la caída de una hoja
entonces
la contemplo en su perpetuo circulo
y
de alguna forma se
de
modo indecible
que
al abrirse una y otra vez la misma puerta
no
se extingue el misterio.
El
árbol que se deshoja
será
otro, el mismo
un
estallido circular
piedra
blanca piedra negra sobre el agua.
El
rocío de alguna forma se convulsiona
como
si centenares de capullos les guardase
para
liberar en una efusión, en un silencio.
La
bruma me rodea por completo
y
puedo correr sin limite
como
en un tiempo anterior
los
contornos se borran
y
todo es agua sobre el Agua.
Luego
está el gesto
intentar
tocar algo
para
autentificar su realidad
pero
nada real se deja tocar.
La
luz devuelve las formas
en
algún punto
sabemos
del trozo de noche
del
misterio y la belleza
solo
trozos
líneas
que devienen
en
figuras
en
acciones
arquitectura
de signos
en
la que nos hundimos
como
se hunde un cadáver
en
la espesura de un campo de maíz.
Los objetos que moran
Esta
tarde en que la lluvia ha adelantado la noche,
como
si hubiese retrocedido una estación el tiempo,
la
gente ha apresurado su paso por las calles
ello
me ha dado la sensación de lentitud
de
números que se alargan
de
manecillas que se arquean hasta disolverse sobre los edificios
toda
esa relatividad desvanece los cuerpos
hace
dudar si algo permanece
es
como si todo se dejara imbuir por las cronologías.
Entonces
entro a mi habitación como a una ciudad
mas
como a un universo
es
decir un caos que late,
lo
ordeno nuevamente
objeto
a objeto
me
relaciono
como
si finos hilos de seda
nos
regresaran al lago de la memoria.
Vuelvo
a habitar esta casa
cuando
en un lenguaje de silencios
una
pequeña muñeca rusa
hace
emerger una más pequeña
y
otra menor, como un fino acto de reproducción
ambos
nos recordamos
y
somos el instrumento del otro
ella
se recuerda madero
yo
me recuerdo otro
sombra
mía
y
debo hacer un esfuerzo:
mirar
mis manos en su hendidura
como
si algún agujero les rondara
con
un letargo logro habitarme
desde
los objetos que me circundan
viajo
hasta mi.
Luego
acomodo algunas fotografías
que
mas por auto convencimiento,
que
por convicción, las hago pertenecer
como
si reescribiera el pasado
con
otros pasados que desconozco
entonces
reoriento los muebles
hacia
una nueva cardinalidad
y
aparecen figuras que llenan los espacios
como
pequeños animales
aves
de humo
que
estallan contra las paredes de mi cuerpo
y
se disuelven en mi cabeza.
Las
casas se habitan por esos objetos
que
devienen en lenguajes
en
códigos sanguíneos
por
ello las habitaciones de transito
tienen
ese aire nefasto a nada
como
las piezas de hospital
hasta
que son espesadas
por
sus ocupantes.
Yo
por mi parte
siempre
porto viejos juguetes en mis bolsillos
con
los que hago girar los espacios
hasta
apoderarme de sus rincones
de
sus sombras
y
me oculto
me
hago arena
me
hago agua
me
hago casa
y
me pueblo
como
quien puebla una palabra
hasta
volverla su nombre.